lunes, 10 de octubre de 2011

Noticias; Mexico D.f (Internacional)


Ciudadanos impulsan su propio 

“cambio” en EU

Molestos por el rumbo del país y por la inacción del gobierno, dos grupos buscan imponer sus agendas e influir en la toma de decisiones de Washington. Uno, alineado con la derecha, se considera representante de los “auténticos americanos”. El otro, afín a la izquierda, ha tomado las calles y es enemigo de Wall Street

WASHINGTON.— Con un puñado de reclamos, agravios y consignas bajo el brazo, han llegado para modificar el discurso y el rumbo de la política en Estados Unidos.
El caldo de cultivo de su descontento y su protesta ha sido una recesión que se resiste a abandonar el tejido social, un ejército de desempleados que supera los 25 millones, una brecha entre pobres y ricos que se sigue ensanchando y una obscena acumulación de riqueza y beneficios corporativos que aún favorecen al 1% de la población.
Desde distintas trincheras, dos grandes grupos tiran hoy de la piel de Estados Unidos, con consignas y objetivos tan dispares como irreconciliables. En el polo de centroizquierda, el abigarrado ejército de los “indignados”, una corriente soliviantada que nació hace apenas un mes y que ha decidido instalarse en las inmediaciones de Wall Street, a la que consideran responsable de la ruina social, del desfonde de la clase media y la corrupción de la clase política.
En el extremo de la derecha, el movimiento del Tea Party, que nació hace cuatro años y que agrupa a un conjunto de ciudadanos que se autoconsideran como “los auténticos americanos”, los verdaderos “patriotas” y responsables de recuperar las esencias del “excepcionalismo estadounidense”, aunque el resto de la nación los ha metido en el mismo saco que a los “extremistas” y los “fanáticos”.
“En Estados Unidos, el movimiento del Tea Party surgió de una revuelta conservadora fiscal, antes de que el grupo fuera cooptado por elementos del Partido Republicano”, explicó a EL UNIVERSAL Gerald Celente, uno de los más respetados analistas de prospección política y social en el país.
“Y el movimiento de los ocupantes de Wall Street, que ha tenido una vertiente apolítica en sus inicios, ahora mismo está en peligro de ser cooptado por elementos del Partido Demócrata”, añadió, para dejar en evidencia la dicotomía de intereses que hoy atraen o rechazan a las fuerzas gravitatorias de ambos movimientos.
“En cualquier caso, como yo ya había advertido, cuando el dinero deja de llegar hacia el ciudadano de a pie, la sangre comienza a brotar en las calles”, enfatizó Celente, quien vaticinó que este tipo de protestas no sólo han llegado para quedarse, sino que, de hecho, “se agudizarán, en tanto la economía de Estados Unidos (y en todo el mundo) siga en franco declive. “¿Que si esta es parte de una revolución global? Sí. ¿Que si esta es sólo la punta del iceberg? Sí”, dijo convencido Celente.
Una transformación sustancial
Desde que el Congreso de Estados Unidos aprobó, en 1791, la Declaración de los Derechos Civiles para consagrar la libertad de expresión y el derecho de su pueblo a manifestarse, los métodos de organización para defender las libertades civiles que consagra la primera enmienda de la Constitución han experimentado un cambio sustantivo.
De entonces a la fecha, la de los derechos civiles ha sido una lucha sin intermisión y una cruenta colección de mártires, líderes carismáticos y héroes anónimos, principalmente entre sus minorías hispana y afroamericana, para hacer valer la letra de su Constitución.
Comenzando por las primeras campañas de “acción directa” —que contemplaban boicots, así como movilización de masas y tomas de edificios públicos— pasando por los llamados freedom rides (viajes en autobús por grupos multirraciales de jóvenes para poner a prueba la segregación, a comienzos de los 60), hasta la resistencia no violenta, la desobediencia civil y la objeción de conciencia, la lucha por los derechos civiles ha experimentado un continuo proceso de transformación en los métodos y las estrategias de lucha.
Hace casi cuatro años, cuando el Tea Party irrumpió en la escena nacional, sus seguidores se atrincheraron a las afueras del Capitolio, al que señalaron como el origen de “todos los males”.
Estrategia exitosa
Con su agenda a favor de recortar el gasto público y reducir a su mínima expresión al Estado, los integrantes del Tea Party se convirtieron en la más exitosa trinchera de los intereses corporativos que financiaron muchas de sus actividades y respaldaron a los más de 50 candidatos que arrasaron en las legislativas de 2010 y que hoy se agrupan en torno al caucus del Tea Party en la Cámara de Representantes.
En medio de esta ofensiva, los más representativos “íconos” de este movimiento conservador, como el presentador de televisión Glenn Beck y la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin, llegaron al extremo de reclamar el legado de Martin Luther King para acusar a los grupos de centroizquierda de “haber pervertido” el sueño de King y para presentarse a ellos mismos como parte de ese legado de luchadores sociales que Estados Unidos ha visto desfilar en su tumultuosa historia.
Ese momento marcó, para muchos, el punto de inflexión y la perversión de un movimiento que, si bien consiguió impulsar la victoria de más de medio centenar de candidatos al Congreso en noviembre de 2010, comenzó a distanciarse de las preferencias y los ánimos de los electores.
Su más duro descalabro se produciría, sin embargo, poco después del debate sobre el techo de la deuda, cuando desde sus propias filas los tildaron de “extremistas”, “fanáticos” y “terroristas” por haber colocado al país al borde del cataclismo financiero.
Hoy, el movimiento del Tea Party cuenta con un creciente nivel de desaprobación (48%, según una encuesta reciente de AP/GfK), mientras sólo 28% lo ve favorablemente.
Justo en medio de este declive del movimiento conservador ha surgido la lucha de los “ocupantes de Wall Street”. A sólo tres semanas de su nacimiento, en las inmediaciones de Wall Street, el también conocido como movimiento de “los indignados” ha conseguido impactar en la psique colectiva de los ciudadanos.
Según la primera encuesta realizada por Rasmussen para medir la popularidad de lo que parece ser un movimiento en ciernes, 33% la población simpatiza con la causa de “Ocupen Wall Street”, una cifra que resulta reveladora si se le compara con los índices de popularidad del Congreso, que apenas llegan al 13%, según la página de RealClearPolitics.
Un elemento revelador es que, según la encuesta de Rasmussen, una aplastante mayoría del 79% coincide o simpatiza con la consigna que ha conseguido movilizar a cientos de miles en todo el país: “Los grandes bancos fueron rescatados, pero la clase media fue abandonada en la cuneta”.
“Los ocupantes de Wall Street han creado un nuevo polo de atracción en política”, consideró E. J. Dionne, uno de los más influyentes columnistas, al considerar que la aparición de este grupo de manifestantes le ha dado un golpe de timón al discurso y al rumbo de la acción política, al igual que lo hizo el Tea Party cuando nació para colocarse a la cabeza del movimiento conservador y para convertirse en un formidable enemigo de la administración de Barack Obama.
“El movimiento del Tea Party tuvo un gran éxito en capitalizar las preocupaciones y ansiedades contra lo que se percibió en un primer momento como una excesiva intervención del gobierno federal. Ahora, una enojada y muy activa base de ciudadanos ha llegado para denunciar la concentración de poder y riqueza de aquellos que operan desde Wall Street”, añadió Dionne, en referencia a quienes hoy han llegado desde el polo opuesto para insistir en la necesidad de una mayor regulación de la banca y una repartición más justa y equitativa de la carga fiscal.
La aparición de los “ocupantes de Wall Street” ha sido la mejor noticia para las desfallecientes bases de centroizquierda en el Partido Demócrata, para los sindicatos y para un sector de independientes que han decidido hacer causa común con quienes representan la mejor oportunidad para recuperar el terreno perdido y para encausar la rabia e indignación de quienes se han declarado hartos de los “peces gordos” de Wall Street y de la clase política.
Fuente.-El Universal

 
Autor.- J. Jaime Hernández


Encargada de noticia.-  Nathaly Valdes


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